Esta semana, una niña y un adolescente de nuestro país fallecieron como consecuencia de haber realizado un reto viral de Tik Tok. Las redes les vienen como anillo al dedo a quienes, transcurriendo la pubertad y la adolescencia, necesitan de la aprobación del grupo de pares.
A los espacios iniciáticos de antes -el patio del colegio, el club, la plaza- ahora se suman las plataformas digitales, y por eso los vemos dependientes de los posteos, los corazoncitos o en este caso, de realizar un reto dañino contra su integridad.
Ahora: ¿qué pasa con el rol de las familias en estos casos? ¿Los padres y madres son los únicos responsables de lo que hacen hijos e hijas en las redes? Claro que los adultos a cargo de la crianza son quienes deben acompañar para lograr un desarrollo psico-emocional sano en los entornos virtuales al igual que el resto de los espacios que los chicos habitan. Pero esa responsabilidad debe ser compartida: quienes desarrollan y operan estos espacios digitales no se pueden desentender del uso que se les da.
Debemos exigir como sociedad a las autoridades de esas plataformas que se esfuercen en detectar contenidos y usos riesgosos. Si la inteligencia artificial se utiliza para conocernos mejor, ¿no se podrá utilizar, también, para detectar si algún usuario (y sabemos que son millones) es menor a la edad permitida por la misma plataforma? ¿No se les podría indicar que programen algoritmos que detecten conductas peligrosas, además de aprovecharlos para ajustar la publicidad a nuestros gustos?
Por otro lado, los Estados ¿están lo suficientemente presentes en los espacios digitales? Hace siglos que la humanidad sabe que para una sana convivencia debe haber leyes que todos y todas tenemos que cumplir. La ley debe encuadrar, exigir, y castigar a quien no la cumpla…aún en “territorio” digital. Los papás y mamás no pueden sentirse en soledad ni dejar que los invada un sentimiento de impotencia: las empresas, el Estado, las instituciones educativas también son claves en la prevención de nuevos hechos como los que hoy lloramos.
Por último, y lo digo con la misma contundencia que sostengo lo anterior: los mismos usuarios, en este caso el grupo de pares es, también, co-responsable de lo acontecido. Sabemos que como sociedad no nos sirve lavarnos las manos, ni obediencia debida, ni mejor no te metas.
Promover un uso crítico de las redes que incluya valores, la no violencia, la empatía por los demás, la solidaridad, las pautas de cuidado al prójimo y a uno mismo es de vital importancia. Estos casos habrían tenido otro final si los amigos hubieran desaprobado este challenge tan siniestro como el de filmarse aguantando la respiración hasta desmayarse.
Tener un celular en nuestras manos y saber que contamos con plataformas en las que podemos ser vistos por millones de personas implica una herramienta poderosísima. Pero, como decía el Tío Ben en El Hombre Araña, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.