
Marcela Czarny, directora de Chicos.net, reflexiona acerca de la representación del mundo adulto en esta serie que está generando polémica en la comunidad de familias y docentes.
Durante los años de crianza de mis hijos (todavía no existían las redes sociales), me atravesó un miedo irracional: ¿Y si hay algo que no estoy viendo? ¿Y si pienso que son felices, pero en realidad la están pasando mal? En la serie Adolescencia de Netflix, Jamie, un niño de 13 años es acusado de matar a una compañera de su clase. Este hecho pone en conflicto sobre todo al mundo adulto que lo rodea: gracias al recurso del plano secuencia, empezamos a conocer los puntos ciegos que se escapan de la educación y la crianza.
Vemos, por ejemplo, un caso de bullying que está totalmente naturalizado: el profesor pasa por al lado del joven agresor y sólo atina a decir “Ey, eso no se hace” antes de seguir caminando. Observamos, una y otra vez, cómo se aplican protocolos y reglas en la escuela y en la policía, pero que no parecen suficientes para comprender el lenguaje, los códigos, las sensaciones de los y las adolescentes. A medida que la trama avanza, los propios adultos empiezan a reflexionar acerca de lo que no pudieron abarcar: “Mi hijo estaba con la computadora hasta la madrugada… pero ¿quién podía pensar que encerrado en su cuarto no estaba seguro?”, escuchamos decir a la madre del protagonista hacia el final de la serie.
Desde Chicos.net mi trabajo consiste en pensar qué hacen los chicos y chicas en el mundo online, los riesgos a los que están expuestos, las posibilidades. Hablamos de uso responsable, de la importancia de hacerse cargo de nuestras acciones -también- en las redes. Pero, ¿cómo se hace si los chicos y chicas usan los dispositivos de un modo tan diferente al nuestro?
La regla básica es la misma que -creo- fue la que me salvó en esos miedos de madre: involucrarnos. Tener la creatividad de generar espacios de diálogo, sabiendo las dificultades que puede traer una etapa como la adolescencia. No sirve el control o prohibición excesiva ni la mirada sobreprotectora. Tampoco sirve espiar. Es necesario ayudar a los más jóvenes a construir herramientas, pautas de cuidado para sí mismos y para los demás desde la primera infancia. Esto solo se construye observando, escuchando, discutiendo, ¡peleando! incluso si es necesario. Hoy en día preguntar “¿Cómo te fue hoy?” no puede incluir solo las actividades presenciales, sino también lo que viven día a día a través de medios digitales.
En ese camino, no podemos abordar estos problemas como si estuvieran desarticulados de la sociedad en que vivimos. Lo que existe en las redes es el espejo de lo que pasa en el mundo real. En ellas se refleja el mundo que supimos construir, con lo malo y lo bueno que tenemos. No sirve hablar solo de los grupos de hombres misóginos “que hay en las redes”. En el principio fue la sociedad… Luego, mucho después, llegó Internet que le vino como anillo al dedo a ese mundo que recibió ansioso esas nuevas tecnologías para potenciar los nuevos modelos sociales.
Hay una escena de la serie que da un poco de aire fresco en un clima de tanta opresión. En el segundo episodio, conocemos la relación del oficial a cargo de la investigación con su hijo. En un encuentro que impulsa el joven, él le explica una pieza fundamental del caso a su padre. “Me da vergüenza verte tan perdido”, le dice, y le brinda información sobre el significado de unos mensajes entre Jamie y la chica asesinada.
Algo se despierta en el padre después de esa charla, y a la salida del colegio, invita a su hijo a subirse a su auto e ir a comer papas fritas juntos. El hijo se sorprende de la invitación. Duda. Por un momento piensa que lo mejor es volver en micro a su casa, como todos los días. Pero finalmente acepta la invitación. En el auto conversan sobre el día escolar, se ríen. Finalmente van a comer a un restaurante chino. Los espectadores intuimos que el encuentro marcará un antes y un después en esa relación. Hay algo que observa ese padre, que le permite generar esa complicidad con su hijo por ese momento, de mostrarse presente.
Vivimos en un entorno complejo. Las redes, el avance de la tecnología en general, la IA tienen su lado B al que tenemos que estar 100% alerta como sociedad, como familias y como Estado. Pero mientras nos vamos adentrando en esta nueva lógica, no nos queda otra que acompañar, dialogar, ser empáticos con los adolescentes. Observar y escuchar, para poder generar esos puentes entre generaciones. Y por supuesto, no pensar que en la habitación con su computadora están a salvo.
Invito a las familias a buscar sus canales con cada uno de sus hijos y sus hijas, y que encuentren sus propias papas fritas para acompañar una buena conversación, para bucear en lo que pasa adentro, muy adentro de estas personitas que todavía nos necesitan. Mucho.