A poco tiempo de comenzar el nuevo ciclo lectivo y después de un año donde pudimos repensar la relación entre educación y virtualidad, valoramos los esfuerzos de autoridades y docentes para sostener el acompañamiento en un contexto complejo, pero también creemos necesario trabajar por una vuelta escalonada a la escuela presencial.
De acuerdo a los datos oficiales compartidos por UNICEF, el intercambio con la escuela de aproximadamente un millón de chicos y chicas durante 2020, fue bajo o nulo. Hoy, menos de la mitad de los hogares en Argentina cuenta con acceso fijo a internet, y 1 de cada 2 estudiantes no tiene una computadora disponible para destinar a su aprendizaje.
Como vimos en la investigación “Adolescentes en Pandemia”, la brecha en el acceso a las tecnologías y a Internet se profundizó durante la cuarentena, afectando la educación de aquellos/as que no cuentan con dispositivos ni conectividad. La escuela presencial es un lugar irremplazable de contención, esparcimiento y detección de violencias, y su falta repercute en la regularidad de chicos y chicas.
La virtualidad profundizó desigualdades que no podrán ser resueltas sin recuperar la presencialidad, con los protocolos y precauciones adecuadas.
Siguiendo con las afirmaciones de UNICEF Argentina, la experiencia mundial demostró que la educación presencial no es un principal foco de contagio: antes de seguir con la virtualidad, debemos considerar todas las alternativas posibles. Hay que pensar en un regreso ordenado, que no descuide la salud de la comunidad educativa, destinando los recursos necesarios. Y en caso de que las condiciones impidan volver a la presencialidad, las autoridades deben garantizar los dispositivos necesarios y una conectividad adecuada a estudiantes en situación de vulnerabilidad, para que nadie se quede sin estudiar.
Para reducir las brechas, regresemos a las aulas, cuidándonos y poniendo en práctica todo lo aprendido.