Mirar en clave de género el vínculo de las infancias con las TIC

30 de abril 2019

La propuesta de mirar en clave de género el vínculo de la infancia con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se enmarca en la comprensión de que en nuestra sociedad las relaciones de poder son desiguales entre hombres y mujeres y esa desigualdad es la base para la discriminación.

Los roles de género establecen aquello que es deseable, factible, aceptable y -muchas veces- posible para los varones y para las mujeres. Además, este sistema, al cual llamamos binario, establece solamente dos posibilidades para vivir el género. Cuando decimos que estas diferencias, roles y estereotipos son construcciones sociales, lo que decimos es que no son “naturales”, son culturales y por lo tanto pueden ser cambiadas. Al igual que el género, la tecnología también es una construcción social y por lo tanto su uso no es “neutral”. Las TIC pueden favorecer que las desigualdades de género continúen creciendo o, por lo contrario, pueden contribuir a que la brecha disminuya y a empoderar a las niñas para que gocen sus derechos y amplíen oportunidades para su pleno desarrollo1. Pero esto no va a suceder espontáneamente.

Los roles de género establecen aquello que es deseable, factible, aceptable y -muchas veces- posible para los varones y para las mujeres. Además, este sistema, al cual llamamos binario, establece solamente dos posibilidades para vivir el género. Cuando decimos que estas diferencias, roles y estereotipos son construcciones sociales, lo que decimos es que no son “naturales”, son culturales y por lo tanto pueden ser cambiadas. Al igual que el género, la tecnología también es una construcción social y por lo tanto su uso no es “neutral”. Las TIC pueden favorecer que las desigualdades de género continúen creciendo o, por lo contrario, pueden contribuir a que la brecha disminuya y a empoderar a las niñas para que gocen sus derechos y amplíen oportunidades para su pleno desarrollo1. Pero esto no va a suceder espontáneamente.

Como adultes, especialmente si tenemos algún rol como educadores, tenemos una tarea ardua. Replantearnos todos estos estereotipos y roles, cuestionarlos  y cambiarlos, para poder transmitir a nuestres niñes algo distinto. En estos tiempos, una tarea importante que comenzamos y seguimos realizando es la de deconstruir nuestro propio discurso y prácticas. Esto sucede en todos los ámbitos, pero veamos específicamente qué implica en el ámbito de la tecnología.

Un ejemplo es el discurso acerca del sexting. Hasta hace algunos años trabajabamos con la prevención del “sexting” (publicación de fotos íntimas) enfocándonos en las chicas: que NO tenían que hacer, qué cuidados tener en relación a las fotos. El contexto social nos obligó a repensar esta problemática en términos de qué es lo que sucede con los varones que suben esas fotos, vulnerando la privacidad y la voluntad de las chicas.

Otra cuestión importante es qué pasa en la relación de las niñas con la tecnología. Las estadísticas muestran que solamente el 12% de las personas que estudian carreras relacionadas con las disciplinas STEM son mujeres2. Este número es alarmante. Las disciplinas STEM no son ajenas al sistema y -sí, adivinaron- también están atravesadas por el género. Todo aquello que se produce tiene un impacto de género. Si no hay mujeres (y no solamente mujeres: diversidad racial, religiosa, etaria, de orientación sexual e identidad de género) en los equipos que desarrollan esta tecnología, es muy probable que: se reproduzcan sesgos de género, no estén consideradas las necesidades particulares de distintos grupos sociales, las ideas no sean muy innovadoras ya que personas similares piensan similar, las pocas mujeres que logran llegar a estos lugares se vean trabajando en un ambiente hostil y un largo etcétera que no es muy simpático.

¿Y cómo revertimos esto? Educación. Pero esta también es una construcción cultural y tampoco está exenta de estereotipos de género.

Desde temprana edad se comienza a transmitirles a les niñes que las tecnologías son cosas “de varones”. Desde estereotipos en la tele y en el cine (pensemos cuántos personajes “nerds” o científicos varones conocemos vs. mujeres) hasta las representaciones que docentes y familias tienen sobre esto. A veces estas se ven en cuestiones sutiles como docentes que le dan más la palabra a varones que a las mujeres cuando hacen preguntas relacionadas a matemática, hasta otras más evidentes como decir, por ejemplo, “que la ingeniería no es una carrera de mujeres”. Todo esto impacta en cómo les niñes perciben sus aptitudes y capacidades y cómo construyen sus gustos y deseos. Es decir, no es que a las niñas “no les interesa” la tecnología o la ingeniería, sino que desde pequeñas y a través de múltiples canales y mensajes se les dice que eso no es para ellas.

Entonces… la educación es un poco el problema y un poco la solución.

Trabajar con infancias y adolescencias en contexto de la cuarta ola feminista implica que, como adultes, y especialmente si trabajamos como docentes, tenemos que revisar todas nuestras prácticas, nuestros vínculos y actitudes. Implica deconstruirnos para poder construir un nuevo sentido común más inclusivo e igualitario. Para esto es necesario realizar un proceso de reflexión sobre nuestras vidas, en el sentido más amplio de la palabra.  Es una tarea ardua, muchas veces poco agradable ya que implica a veces reconocer actitudes negativas, pero es algo que tenemos que hacer. Aquí se abre un desafío: ¿cómo impulsar estos procesos en personas adultas?

Vale la pena aclarar aquí que las desigualdades de género no se van a resolver con el simple hecho de que les adultes reflexionemos y nos cuestionemos. Se necesitan políticas públicas (aplicación de la Educación Sexual Integral, Ley Micaela, etc), se necesita que los lugares de trabajo se propongan explícitamente terminar con la brecha de género y la baja representación de mujeres. También es necesario un fuerte cambio en el campo cultural (publicidades y películas que reproducen estereotipos), deportivo, en el espacio público, en la representación política. Es decir, en toda la sociedad.

La revolución feminista tiene, como una de sus principales banderas, repensar todas nuestras acciones, formas de vincularnos y de ser, formas de enfocar problemas que no necesariamente tienen al género en su centro. En este sentido, muchas veces nos preguntamos qué rol jugamos les adultes en las “revoluciones”,  tecnológica y feminista, que tienen como protagonistas, justamente, a les jóvenes. Nos queda la tarea de interpelar y ayudar a les niñes en el proceso de crecimiento, enmarcándonos y transformandonos con los cambios de paradigma de género y tecnológicos.

1 Se retoman conceptos del documento de trabajo producido en la mesa de Infancia, Adolescencia, Género y Tecnología, en el marco de la Semana de la Ciudadanía y Alfabetización Digital realizado en 2016.  Elaborado por Gisela Grunin para Chicos.net

https://proyectos.chicasentecnologia.org/masdatos/infografia.pdf

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