Sociedad

Comer no es sinónimo de nutrirse

Los ultraprocesados aparecen desde la primera infancia con sus empaquetados seductores para convertir a la alimentación en algo muy diferente a la nutrición. ¿Somos realmente conscientes de las atrocidades que el marketing está haciendo en las dietas de niños y adolescentes?

Martina Bonino

En las clases de Ciencias Naturales se ve el ciclo de los seres vivos: nacen, se alimentan, se relacionan y finalmente mueren. De lo que no se habla es del rol que el marketing tiene en este ciclo, donde los ultraprocesados aparecen desde la primera infancia con sus empaquetados seductores para convertir a la alimentación en algo muy diferente a la nutrición. ¿Somos realmente conscientes de las atrocidades que el marketing está haciendo en las dietas de niños y adolescentes? 

En América Latina y el Caribe el sobrepeso afecta a más de cuatro millones de niños y niñas menores de cinco años, y a casi 50 millones de niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 19 años de edad (UNICEF, 2023). Una de las principales causas que se desprenden de este informe tiene que ver con el entorno “obesogénico” que rodea a los niños y adolescentes, lo que se refiere a “un ambiente que promueve el consumo elevado de energía y el comportamiento sedentario”. 

Pero bajemos esta definición a una escena cercana, y pensemos en nuestros recorridos diarios al supermercado. Crecimos con empaquetados de colores llamativos, que por general iban acompañados de alguna ilustración o personaje animado como el famoso osito panadero, el tigre de los cereales o el tucán de los aros de colores; un marketing seductor diseñado para llamar la atención de los niños, generando que deseen comprar esos productos. 

En la Argentina se tomaron medidas, como la reciente y controversial ley 27.642 de etiquetado frontal, que prohíbe a las empresas utilizar personajes que “inciten, promuevan o fomenten el consumo, compra o elección de productos con exceso de nutrientes críticos o con edulcorantes”. Esta ley tiene sus limitaciones, ya que el problema no radica solamente en los paquetes de los supermercados. Sabemos que no es nuevo que la comida entra por los ojos, pero para el ecosistema digital no hay ley de etiquetado frontal que valga. Según problematiza el informe Exposición de niños, niñas y adolescentes al marketing digital de alimentos y bebidas en la Argentina (UNICEF, 2021), uno de cada dos niños y niñas compran alimentos poco saludables atraídos por la publicidad en internet. 

También es de público conocimiento que las redes sociales contribuyen a los discursos de odio sobre los cuerpos ajenos, lo que puede fomentar trastornos alimentarios, de ansiedad o depresión; problemáticas que son figurita repetida en adolescentes y niños. Comer no es sinónimo de nutrirse, aunque este tema es poco visible en comparación de los grandes problemas que trae. Como joven que cursa el secundario, es primordial que podamos recibir información desde las aulas para evitar las consecuencias de la vida sedentaria y promover una alimentación sana.