Sociedad

Álex Anwandter: el pop del estallido chileno

"Un amor a primera oída", dice la joven cronista chilena Sofía Delgado en este texto, donde cuenta cómo a través del artista Álex Anwandter pudo entender el significado de la frase "lo personal es político".

Por Sofía Delgado. Collage Emma Jamardo

Muchas veces escuché la frase “Lo personal es político”, aunque tardé en entenderla. La oí por primera vez el 2019 mientras veía tele y en las noticias mostraban las protestas del estallido social. Muchos lo llaman el tiempo en el que Chile despertó, porque cada día cientos de miles de personas salían a las calles a protestar por su descontento con el gobierno y a alzar la voz por sus derechos. Plaza Italia, ahora renombrada popularmente como “Plaza de la Dignidad”,  gritaba a coro cada exigencia por la que el pueblo chileno se manifestaba, al son de las cacerolas que violentamente marcaban el ritmo y las pancartas que hacían del ambiente un libro de luchas, vivencias y denuncias. El pueblo se volvía a llamar pueblo y Chile al fin abría los ojos, utilizaba su voz, recobraba la razón e incluso recuperaba su memoria para finalmente demandar los años de abusos y opresión. Pero las balas no tardaron en llegar, y con ellas las violaciones a los derechos humanos. En 2023 el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) interpuso ante tribunales de justicia un total 3216 querellas, entre las que se encuentran delitos de apremios ilegítimos, torturas y violencia innecesaria, entre otras vulneraciones contra quienes protestaron durante el estallido.

A tres meses de la revuelta, el 18 de enero del 2020, portando un gorro de carabinero y tapándose un ojo, el cantante, cineasta y poeta Álex Anwandter dejaba un legado en su presentación del Festival de Olmué. Los shows de Álex siempre están cargados de energía, baile y protesta, porque su arte es así, y por supuesto, él también. Pero ese concierto de casi 40 minutos en Olmué se sintió distinto, pudo haber sido porque en tiempos de revolución todo se exacerba, o simplemente porque el cantante enarbolaba y cantaba todo lo que Chile protestaba al despertar

Ese día merece ser contado en presente. Fue así: con la guitarra eléctrica introduciendo su llegada, Álex entra al escenario y comienza a cantar, los acordes armonizando el lugar encienden su arribo y su voz deleita y enciende al público. Genera una fiesta llena de baile, no existe persona que no se mueva al ritmo de la música, desde el público a los artistas todo es danza y euforia durante todo el concierto. Al terminar de tocar la segunda canción hace una pausa y nos introduce su canción Cordillera, que nos dialoga sobre lo ocurrido en la dictadura de 1973 y de la memoria chilena que persiste y resiste, porque 17 años no se borran ni se le roban al pueblo, y hoy a más de 50 años sigue siendo una herida que sangra, que no nos han podido sanar, porque no le han dado los cuidados que necesita. Álex incluso realiza un homenaje a Víctor Jara, cantante y compositor chileno asesinado en dictadura, nos dice que Cordillera la escribió pensando en él, en quien le dijo al mundo “Yo no canto por cantar ni por tener buena voz”. Y antes de comenzar a tocar su canción exige que toda la represión vivida en Chile esta vez sí tenga responsables y que paguen.

El show continúa, las acciones son pensar, marchar, emborracharnos con el baile, como dice la letra de la canción, porque así es como Chile se manifiesta, aunque por hacerlo nos repriman como en el estallido o en el 73, cuando incluso por tener una fotografía de Allende te perseguían. Algo parecido ocurrió en los tiempos de la revuelta, nos cuenta Álex en el escenario antes de entonar Paco vampiro. “El otro día iban unas niñas en un auto escuchando esta canción y un amigo en su camino las paró, pistola en mano”, cuenta y dedica la canción a ese amigo carabinero. 

“Un país con olor a lacrimógena, ya van 30 treinta años y no se va”, dice Álex mientras canta y baila. Cada acción en la performance del escenario está fríamente calculada: el gorro de carabinero en su cabeza y el ojo que en un momento se tapa, las bandanas que cada integrante de la banda lleva, el parche en el ojo que lleva el bajista y el ritmo que marca la tecladista con la cacerola. Son esos detalles los que hacen que la presentación de Paco vampiro sea tan icónica. Álex sabe el poder de lo simbólico, por eso con este tema puso más fuerzas que nunca y como si de un grito de combate se tratase grita “y como piden paz si siguen matando, como piden paz si siguen reprimiendo, hay que ser muy care raja para pedir paz si no hay justicia”, dejando un eco rabioso en el Patagual.

No. No era una supernova, era nada más y nada menos que Álex Anwandter haciendo de las suyas en un show inolvidable. Y es que quienes seguimos a Álex lo sabemos, brillar es algo natural para él. Brilla por su excentricidad, por decir lo que otros callan, porque su obra está llena de sentidos y emociones, SUS emociones, que son políticas (todo en él es político: si te das el tiempo de escucharlo, verlo o leerlo te darás cuenta). 

Puede que el 2019 no haya entendido qué significaba que “lo personal es lo político”. Es lógico, tenía solo 11 años y vivía encerrada en mi burbuja. Pero conforme los meses pasaban mi vida ya no fue así, observé a mi alrededor y me di cuenta de las miles de luchas que todos en mi entorno enfrentaban cada día sin parar, cada mínima situación que sucedía dentro de cada uno importaba y debía ser tomada en cuenta, aunque no fue hasta el 2021 que lo entendí por completo, cuando mi mejor amiga me mostró a Álex. Me dijo que lo escuche, que era muy bueno y que me iba a gustar, y así lo hice. 

Escuché la primera canción que me salió en aleatorio, Te enamoraste, y experimenté algo que me gusta llamarle amor a primer oído, como cuando escuchas algo tan dulce que solo quieres sumergirte en eso, cerrar tus ojos y disfrutar. La voz apagada del inicio y la vibra melancólica me envolvieron en un segundo. Pasé a otro plano, la instrumental me hacía levitar y el desgarro de su voz hacía que mi corazón se encogiera. Yo nunca había pasado por lo que él cantaba con tanto dolor, pero lo sentía tan dentro de mí como si fuese mío. Eso es lo que la buena música logra en la sociedad cuando llega al alma. 

Álex Anwandter es un artista que entiende el impacto de una obra artística y no le da miedo hablar de lo que siente, de lo que es, ni de lo que quiere, no tiene puesto un disfraz ni tiene miedo de los juicios, como él mismo dice. Me recuerda de cierta forma a Lemebel -a quien amo inmensamente- que desafió toda orden y se mostró tal y como era y dijo “No necesito un disfraz, aquí está mi cara, hablo por mi diferencia, defiendo lo que soy”. Admiro a todas aquellas personas que tienen la valentía de mostrar quienes son, de luchar por su diferencia y de defender quienes son, porque para ser auténtico hay que tener agallas, como Álex, que en toda su carrera nos ha demostrado que siente intensamente, que llora, que ríe, que baila, que se enoja y que protesta. Lo admiro porque es real y lucha, y yo quiero luchar, yo quiero ser un manifiesto, hecho cuerpo, sin un cuerpo, que va a disparar, aunque creo que ya lo soy.

Este texto fue producido durante el taller "Jóvenes cuentan jóvenes", dictado por Buena Data en febrero de 2025.