Soy de Pehuajó, un rincón tranquilo de la provincia de Buenos Aires donde las calles parecen repetirse y todos se conocen. Crecí en una familia donde la sexualidad no era tabú, al menos para mí. Nunca dudé de quién era ni de lo que me gustaba. Nunca tuve que “salir del clóset” porque, sinceramente, no sentía que viviera en uno. Pero un día, cuando le conté a mi mamá que estaba saliendo con una chica, algo cambió. Ese momento, que yo creía insignificante, cayó como un balde de agua helada. La reacción de rechazo, el desprecio que no esperaba, me dejó sin palabras y con una herida que tardaría en cicatrizar.
Fue ahí, enfrentándome a esos muros que parecía que nunca antes habían estado, donde entendí que había mucho por hacer. Elegí estudiar Comunicación Social para encontrar las herramientas que me faltaban y construir una voz fuerte, no solo para mí, sino para todos los que se sienten apagados por prejuicios ajenos. Hoy lucho por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ y por quienes, como yo, se toparon con barreras que no merecían. Mi causa es derribarlas.