Luz, cámara y acción. Y salimos a escena. Los nervios me consumían. Me sabía la escena de memoria pero temía profundamente su llegada ya que el canto no se me da. Pero lo hice y desafiné la primera, la segunda y todas las notas siguientes. Es decir, fallé, y seguí fallando. Así descubrí que el canto no era lo mío, porque la mayoría de los espectadores que fueron a ver la obra de adolescentes de “Los Locos Adams” se asustaron.
En ese momento me di cuenta que estaba bien fallar, no hace falta ser perfecta.
Siempre fui apasionada por la comedia musical. El teatro fue mi primera forma de comunicarme y luego fui pasando a la escritura y las redes. Me apasiona ayudar y acompañar a los demás jóvenes en el proceso: poder usar su voz para generar un impacto en el mundo. La vida es corta, el mundo es grande y quiero hacer memorias.