Cuando era chiquito pensaba que nunca me iba a morir. Hasta el 2012, cuando le pregunté a la cajera del minimercado qué era el fin el mundo. “Cuando se mueren las plantas y los animales… y todos se mueren”, me dijo. Ese primer acercamiento existencialista a la humanidad fue una estamina por los siguientes años de mi vida.
Por más dramática que suene esta anécdota, significó el comienzo de un amor muy profundo hacia el mundo que me rodea. Soy de San Javier, una ciudad chica al norte de Santa Fe, un lugar de donde la gente no sale, un lugar al que la gente vuelve. Siempre pensé que San Javier era como una maldición, pero soy un enamoradizo perdido y eventualmente terminaría enamorándome de él.
Mis hobbies y pasiones tienen que ver con esa forma de ver el mundo. Escribo poemas, hago collages, amo el arte, leo y estudio, todo en pos de aprender sobre este mundo. Si pudiera, como comunicador, daría a conocer la vida, el arte y las pasiones de personas que admiro. Creería entonces que mi tarea está cumplida. Compartir el arte de la vida: tanto el mío como el de otros.