Cuando era niña amaba disfrazarme, esconderme y jugar. Innovaba con todo lo que encontraba. La picardía me inundaba cada sonrisa y hacía estrellitas en mis ojos. Fui feliz.
Soy rebelde, me gusta divertirme, amo hablar, explorar, compartir momentos. La mini Alma me impulsa cuando más quiero abandonar; todo lo hago por ella, para que sienta el abrazo que tantas veces necesitó y por vergüenza no pidió.
Ahora también soy Alma, pero sin las limitaciones que me marcaban. Aprendí a hablar y a guardar silencio, a luchar, a sumergirme en el furor social, a decir que no. Ese “no” que tanto miedo da.
Aprendí que todas tenemos una historia, y cada una comienza con aquella vez que nuestra palabra no se escuchó. Me motiva lo que nos hace sangrar, lo que nos enoja, lo que nos hace salir a marchar.
Soy de Casilda, acá las situaciones están todo el tiempo en la nada. Nada se mueve, pero la fuerza de los jóvenes en las calles al fin se está haciendo escuchar.